Es bien conocido qué desde la creación del hombre, este ha querido ser
igual e incluso superior a Dios, buscando en todo momento sobrepasar, además, a
sus congéneres. Se puede decir que, la historia del hombre, no es más que la de
una moralidad distorsionada por el querer tener, sin importar lo que este tenga
que hacer para logar sus objetivos. Así como se ha registrado una evolución que
ha facilitado la vida de toda persona, se hace evidente la creciente individualidad
del ser humano y su afán por aumentar sus posesiones, estar a la vanguardia tecnológica
y alcanzar una posición alta en la sociedad.
El hombre debería velar por las cosas importantes a nivel espiritual y no solo por las materiales.
Sin embargo, dichos
“rangos” que el hombre ha contemplado no serían posibles sin la ayuda de
aquellos que lo rodean. Cabe mencionar, los grandes descubrimientos que se han
hecho en la historia de la humanidad, atribuidos a una persona que,
seguramente, recibió apoyo de otros individuos interesados en hacer posible las
ideas innovadoras que, sin duda, revolucionarían a la sociedad. En el caso
anterior, no sería una sorpresa el hallar a ciertos seres que se encargaron de
humillar a los que se equivocaban y exaltarse cuando todo salía conforme a sus
exigencias, entonces, se observa que la grandeza no se alcanza pisoteando a las
personas que tanto bien pueden hacernos, sino, actuando con humildad y
valorando los esfuerzos del prójimo.
Se aprecia pues, una relación entre el comportamiento del hombre durante las épocas pasadas y lo expresado en la palabra de Dios, porque el mayor mal del hombre ha sido despreciar a su Dios y el amor que va ligado a este, cambiar sus principios morales por un poco de dinero que solo saciara una necesidad momentánea y dejara un vacío permanente.
El hombre debe ser capaz de dejar de lado todo aquello que lo daña y tratar de ser mejor persona para incidir positivamente en su entorno.
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