domingo, 12 de febrero de 2017

La Ética Como Identidad

Como seres humanos tenemos un mismo ciclo de nacer - crecer - reproducirse y morir, pero a la vez somos distintos. Eso es lo que nos identifica a cada uno.

Es por lo anterior que nuestra identidad, lo que somos, nos lleva a elegir, a decidir y a defender una causa que creemos justa o valiosa, moral y socialmente. Los valores nos hacen elegir entre personas, etnias o grupos necesitados de defensa, nos hacen luchar contra ideologías juzgadas dignas de rechazo (ultraderecha, nacionalismos fanáticos, fundamentalismos religiosos, mafias de cualquier tipo, dominio y opresión de decir), nos hacen tener identidad. En consecuencia, la identidad que se va conformando gracias a nuestro proyecto de vida, tiene la fuerza integradora para hacer que nuestra subjetividad no esté errante, cambiando continuamente de unas ideas y deseos a otros.

De aquí se reduce que la parte moral, es la dimensión de nuestra persona que la puede constituir en una auténtica identidad feliz, la dimensión más fuerte del “sí-mismo” que determina nuestro proyecto final de satisfacción propia. Esta parte integradora de la identidad está constituida por la estima de sí junto a la solicitud por el otro, indisociable de la primera.

“Nosotros nos encargamos de enmarcar nuestro destino, y en lo personal pienso que nuestra verdadera identidad la encontramos al tener un encuentro con Dios, ya que Él es el amor en sí mismo, y solo Él nos puede dar la capacidad para amarnos nosotros mismos, a nuestro prójimo y un verdadero sentido de identidad (somos hijos de Dios)”.