viernes, 17 de febrero de 2017

El hombre necesita volver a ser humano…

Detente un momento y observa lo que pasa a tu alrededor. ¿Qué ves?...

Cuando dedicas un poco de tu tiempo a analizar el comportamiento actual de la sociedad, identificas que en cuestión de unos pocos años se han presentado tantos cambios que no puedes, incluso, imaginar la magnitud de estos. Las costumbres de las personas han dado un giro de 360° que, en su mayoría, parece haber acabado con el sentido humano de cada ser, es decir, con la capacidad de interactuar de forma sana, de respetar y de convivir con el prójimo de forma que exista un sentido de unión y no de exclusión total.

Los valores que llevaron a crear grandes civilizaciones son ya como un sueño que se ha quedado en la oscuridad de la mente humana, una ráfaga de viento que se ha desvanecido y en su lugar ha dejado un vacío que se intenta llenar con una forma errada de percepción, en la cual solo debes pensar en tu bienestar sin importar por encima de quien debas caminar. ¿En qué momento el ser humano se volvió tan egoísta e ignorante? Los pensamientos que rigen esta sociedad se han encargado de aplastar la moral de las personas, los problemas ajenos ya nos son indiferentes, el que ayuda solo lo hace para ser reconocido y el que triunfa, a costa de los que lo rodean, solo busca degradar al otro y corromper lo poco que aún es bueno.

Deberíamos ser capaces de revisar nuestro pasado y no cerrarnos a la posibilidad de retornar a esas viejas costumbres que tanto bien le han hecho al mundo entero, de pensar en el otro con sinceridad, de dirigir con igualdad y justicia, de apoyar a los que sufren día a día y contribuir a cambiar la maldad que el hombre ha desarrollado y que tanto daño le hace, no solo a una, ni a dos, sino a millones de personas que solo quieren tranquilidad, que solo quieren paz. Así como lo dice la palabra:



Estamos en este lugar por algo, con Dios no hay casualidades, cambiemos el mundo para mejorarlo con el sentido ético y de amor que tenemos.


Tal vez, entonces, cuando estos niños y niñas lleguen al momento de dirigir su país, lo hagan con actitud amable, con responsabilidad, con modestia, con generosidad y con el sentido solidario que tanto echamos de menos en algunos de nuestros soberbios dirigentes” (Francisco Cajiao, El Tiempo, 10 de febrero de 2004).